La nueva distopía del cineasta británico Alex Garland retrata una sociedad estadounidense devorada por la violencia. Un largometraje en forma de catarsis en un momento en que las tensiones aumentan en muchos países occidentales. En No Com, desde hace mucho tiempo analizamos los riesgos debidos a la polarización para ayudar a las empresas a tenerlos en cuenta.
La política-ficción es un medio para reflejar nuestra propia sociedad en lugar de un intento de imaginar una nueva y mejor. Una forma de exponer y exorcizar nuestros propios miedos para evitar que se hagan realidad. El ejemplo más famoso es la novela “1984” de George Orwell, que sigue advirtiendo contra el abuso de poder y los ataques a la libertad de expresión.
La nueva distopía del cineasta británico Alex Garland, “Civil War”, se inscribe en esta línea, entre predicción y advertencia. Esta película sale en un momento en que más del 40 % de los ciudadanos de Estados Unidos piensan que una guerra civil es “probable” en las próximas décadas (1). Una amenaza hecha verosímil por el asalto al Capitolio en 2021 y la histórica polarización de la sociedad: el 67% de los estadounidenses considera que su país está más dividido que nunca (2).
En “Civil War“, seguimos a un grupo de periodistas a través de un país desgarrado por la guerra, donde varios estados han hecho secesión y marchan sobre Washington para deponer a un presidente que ha iniciado un tercer mandato anticonstitucional. En el terreno del thriller, esta película resulta a veces confusa. El espectador tiene dificultades para entender las razones de la guerra, la estructuración de los bandos, la lógica del hilo narrativo… Nos gustaría identificar más claramente a los héroes y el Grial que persiguen. Pero la fuerza de esta película es invitarnos, sin maniqueísmo, a reflexionar sobre las razones estructurales del conflicto.
Una escena, menor en relación con la trama (visible en el tráiler de arriba), es especialmente llamativa en este sentido. Estamos en una ciudad suburbana cerca de Washington. Los periodistas acaban de atravesar un caos espantoso. Se sorprenden al constatar que este lugar ha sido preservado de las destrucciones de la guerra y que la vida parece continuar normalmente. Entran en una tienda, uno de los periodistas se acerca a la empleada del mostrador y le pregunta si sabe que hay una guerra civil en curso. Ella le responde que no le interesa la actualidad y sigue mirando su teléfono con indiferencia. Desensibilización frente a los abusos de poder, indiferencia ante los sufrimientos de los demás, desinterés por el bien común, incapacidad para discernir lo verdadero de lo falso en una era de “post-verdad”: para Garland, estos son los ingredientes que llevan a la implosión violenta de una nación.
Como esta escena, esta película es ante todo un alegato en favor del periodismo y de los periodistas, situados en el centro de la acción. En unos Estados Unidos devastados, son ellos quienes, a riesgo de sus vidas, intentan documentar la actualidad para hacer emerger la verdad y quizás algún día lograr la reconciliación. Permitir que florezcan los “hechos alternativos”, parece decir Garland, es hacer imposible, a largo plazo, compartir una gran narrativa común. Y en ausencia de una narrativa unificadora, la polarización continúa y la sociedad se fragmenta hasta la desintegración final del conflicto. De ahí la importancia crucial, a sus ojos, de los medios para estabilizar las sociedades.
A diferencia de los escenarios sociales, que fomentan el antagonismo, una obra de ficción suscita un debate más distanciado, reflexiones más pausadas, e incluso un desplazamiento de las convicciones.
Planteemos otra hipótesis. Más allá de los medios, hoy golpeados por una desconfianza endémica, ¿no podría la ficción contribuir a reconciliarnos? Mencionar el espectro de una “guerra civil” en un programa de televisión suscitará una antagonización brutal entre los que están a favor y los que están en contra… En cambio, mostrar la “guerra civil” a través de una obra de ficción como esta película, con personajes diversos, contrastados, a los que seguimos y con los que nos encariñamos, suscita un debate más distanciado, reflexiones más pausadas, e incluso un desplazamiento de las convicciones.
Además de exorcizar sus miedos, esta película puede permitir a la sociedad estadounidense hablar de este espectro de división de manera desapasionada. Como escribe el novelista y periodista Stephen Marche: “El mayor peligro político no es ni el fascismo ni el wokeness. Es la inercia. Estados Unidos necesita una advertencia” (3). Un grito de alarma que les dirige Alex Garland.
Hollywood siempre ha ido un paso por delante de la sociedad en lo que se refiere a cuestiones políticas y sociales. Por ejemplo, en la serie “24” aparece un presidente afroamericano años antes de que Barack Obama fuera elegido.
Esperemos que esta irrupción de la guerra civil en el panorama ficcional estadounidense actúe como una catarsis y no como una profecía.
Harry Pataudi con Pierre de Feydeau
Civil War – Alex Garland (2024), 1h49.
(1) Le Point, le 31 août 2022
(2) Edelman Trust Barometer 2023
(3) The New York Times, le 11 avril 2024
Photo : Copyright A 24 / DCM